miércoles, 25 de agosto de 2010

#Capítulo 2

Sin articular palabra, sacó de nuevo el paquete de Marlboro de su bolsillo y con un golpe seco, hizo que saliese uno de los cigarros y se lo ofreció con una sonrisa. La chica lo cogió y se le quedó mirando devolviéndole la sonrisa. Él se volvió a distraer en ella y la examinó con la mirada. Era una chica de estatura media, con un cuerpo delgado y bien proporcionado. Su pelo rubio brillante se hacía a un lado en su hombro derecho. Unas gafas Ray-Ban negras ocultaban unos ojos con carácter misterioso. Vestía con una camiseta de color rosa palo, ceñida, sobre la que llevaba una americana de color camel. Lucía unos pitillos oscuros y unos zapatos de tacón, con cordones, de aspecto algo masculino, de color camel también con la puntera en negro. Sobre su brazo colgaba un bolso ancho a juego con su camiseta y en su muñeca numerosas pulseras de madera y en su rostro, una preciosa sonrisa.

Al ver que después de este rato no se marchaba, él reaccionó de pronto.

-A claro, quieres fuego. Qué tonto.

Ella con la misma sonrisa de antes, aunque ahora algo más divertida, asintió con la cabeza y se encendió el cigarro con una calada profunda. Al ver que la chica no se marchaba, le miró con un gesto intrigado, a lo que ella se rió mientras se quitaba las gafas de sol, dejando al descubierto unos preciosos ojos azules celestes. Sus ojos. Ella, con quien tantos momentos habían vivido juntos. Ella, con quien tantas risas había compartido. Ella, a quien tantas veces había ayudado. Ella, a quien consoló siempre que lo necesitó. Ella, a la que tanto amaba. Ella.

Confuso, dudó como recibirla, después de tanto tiempo. No sabía hasta qué punto podrían haber cambiado las cosas. Ella había acudido al lugar donde habían quedado, es cierto, pero quizás no con la misma intención que él. Él había ido con la única idea de no volver a dejarle escapar. No una vez más. Es tan triste como real que las personas necesitamos perder lo que tenemos para darnos cuenta de hasta qué punto lo necesitamos. Y así pasó con él. Ha necesitado cerca de un año para comprender que es ella el único motivo por el que ahora mismo se encuentra aquí, dejando de lado una fiesta cuya planificación había durado meses a la que en cambio a renunciado por ella.

De pronto ella irrumpió en sus pensamientos:

-Pero bueno, ¿es que no vas a decirme nada? –rió de forma natural y sincera, como solo ella sabía hacer. Acto seguido continuó hablando con el mismo tono dulce de siempre- ¿qué te parece “hola”?

-No te había reconocido. Estás guapísima.

-Bueno, es otra opción.

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