domingo, 11 de noviembre de 2012

# Capítulo 24

¡Hola pequeña!
¿Sabes quien soy? Espero que no me hayas olvidado ya, ¡solo ha pasado un año desde que no nos vemos! Sé que te debo una explicación. Como pudiste comprobar, me he mudado. Estaré por la ciudad unos días. ¿Nos vemos y te lo cuento todo? ¡No quiero un no como respuesta!
Te quiero, 
Carlos.

-Es... ¿tu Carlos?
-Sí, es Carlos. -Ella guardó su móvil en el bolso y dijo: -Eso es lo que me pasa. Pero venga, vámonos, que por una vez que estoy lista a la hora no quiero que lleguemos tarde.
-No, de aquí no nos movemos hasta que me digas qué ha pasado.
-¿No lo ves? Me manda el mensaje, de pronto, me dice que quiere verme... y que me quiere.
-Dime que no has quedado con él...
-¡No! No le he contestado. No quiero saber nada más de él. Nunca he creído en las segundas partes. Seguro que si le viese volvería a sentir cosas por él. Piensa que hemos vivido demasiados momentos juntos. Pero he sufrido incluso más que eso. No quiero volver a maldecir el día en el que le conocí, cuando nos dimos el primer beso... cuando se fue sin despedirse.
-¿Y qué vas a hacer?
-Ya he sufrido demasiado por él. Él es mi pasado y, desgraciadamente, eso no puedo cambiarlo. Ahora mi presente eres tú y no dejaré que nadie impida que seas también mi futuro.

miércoles, 16 de marzo de 2011

#Capítulo 23

A las nueve en punto, llaman al timbre. Un chico puntual. Justo lo contrario que ella a decir verdad.
Mientras termina de calzarse los zapatos, revisa no dejarse nada en la habitación. Después, tras que llamasen al timbre de nuevo, decide descalzarse de nuevo para bajar las escaleras. No es fácil correr por unas escaleras abajo con unos tacones de infarto.
Al llegar al pasillo de la entrada, se detiene para mirarse nuevamente al espejo.
Lleva el pelo suelto, con unas ondulaciones creiblemente naturales. Este cae sobre sus hombros, que aparecen desnudos ante un vestido blanco de dama de honor. Un tejido suave y sedoso, muy ligero. Muy corto también. Deja ver unas preciosas piernas bien tonificadas por horas de footing que acaban en unos tacones rojos de charol brillante, que hacen juego con el color de sus labios. Rojo pasión, rojo sangre.
Una tercera vez llaman a la puerta y esto le hace recordar que su amigo lleva un tiempo esperándola ya en su propia puerta. Nada más abrir, ambos miran detenidamente qué ropa a escogido el otro y así saber si concuerdan.
-Estás impresionante, chica. Pero, ¿quieres que hablemos?
-Gracias y, ¿por qué?
-Muy sencillo. Hay algo por tu cabeza que te preocupa y, como no puedes olvidarte de ello, buscas fingir lo contrario. 
Se queda con la mirada clavada en el infinito reflexionando sobre aquellas palabras. Quizás no se equivoque tanto.
-Puede que un excesivo disfraz de confianza que no deberías necesitar.

martes, 8 de marzo de 2011

#Capítulo 22

Tumbada sobre la cama, mira el techo de su habitación mientras escucha canciones en inglés que consiguen definir perfectamente su estado de ánimo. Le echa de menos. Pero realmente no sabe a quien ya que no se atrevería a afirmar que es a Carlos a quien extraña en estos momentos. Can you save me? Save me, 'cause I'm lost. Qué razón tienen esas palabras. Se siente realmente sola en estos momentos aunque no tiene motivos aparentes. De pronto, alguien llama a la puerta y le hace volver a la vida real, está sola en su habitación pero el mundo está lleno de gente que, posiblemente, le estén esperando. Bueno, tampoco tanto. Pero está convencida de que alguien estaría dispuesto a hacerle compañía.
-¿Puedo pasar? -Su padre asoma lentamente la cabeza y alarga el brazo con el teléfono en la mano.
-Claro, dime papá. ¿Para mí?
Él asiente, le da el teléfono y se despide con una sonrisa combinada con un dulce beso en la frente de su pequeña.
-¿Sí?
-Hola guapa, soy yo. Oye, que me ha llamado un amigo para invitarnos esta noche a salir por ahí a la inauguración de un pub. ¿Te apetece?
-¿Le conozco?
-No, pero me propuso que me llevase a alguien y rápidamente pensé en ti. Bueno, ¿cuento contigo?
Ella sonríe para sus adentros. Es increíble lo lindo que es con ella. ¿O será así con todas?
-Sí, claro. Cuenta conmigo.
-Vale, paso a recogerte a eso de las... ¿nueve?
-Perfecto.
-Ah, arréglate un poco ¿vale? Tampoco hace falta un vestido largo evidentemente pero no en vaqueros.
-No te preocupes, me adaptaré a la situación.
Juntos se ríen y se despiden para volver a verse pocas horas más tarde.

-¿Y ahora qué se supone que me tengo que poner?

martes, 22 de febrero de 2011

#Capítulo 21

Se recoge el pelo en un moño y resopla con desesperación mientras mira el montón de apuntes que aún le queda por estudiarse. 
Llaman a la puerta.
-Pasa. -Dice con el bolígrafo entre los labios ya mordisqueado.
Se abre la puerta y ella se gira, descubriendo que no es su madre quien llama a la puerta.
-¿Qué haces aquí?
-Tenía ganas de verte. Perdona por no llamar, me ha abierto tu madre. ¿Molesto?
-Claro que no tonto -responde con una sonrisa- Además, necesito ya un descanso. Me estoy volviendo loca.
Le dedica una amplia sonrisa y pasa dentro de la habitación, sin pedir ya permiso; es lo que tiene la confianza.
-Tengo algo para darte.
Ella deja el bolígrafo sobre la mesa y se dirige hacia él con bastante interés.
Él le entrega una pequeña cajita envuelta con un delicado papel de regalo plateado con brillos en negro.
-¿Y esto?
-Bueno, espero que este sea el tipo de regalos que te gusta y no me lo tires a la cara.
Ella le sonríe y examina el paquete que está entre sus manos buscando una abertura o algo por donde comprobar el contenido de él. Lo abre lentamente y una sonrisa aún más grande se abre paso en su rostro. 
Sobre su mano sostiene un colgante de un reloj de bolsillo antiguo, realmente bonito.
-Me encanta, de verdad. Gracias. ¿Cómo sabías que lo quería?
-Uno tiene sus contactos y, por ver una sonrisa tuya, soy capaz de mover cielo y tierra.

lunes, 21 de febrero de 2011

#Capítulo 20

-¿Puedo preguntarte algo?
-Dispara.
-¿Cuánto tiempo estuviste con Carlos?
-Pues... -durante unos segundos hace cálculos mentalmente y después con la ayuda de sus dedos- un año y tres meses.
-Pensaba que te lo sabrías de memoria. -dijo él entre risas.
-Sinceramente jamás he considerado el tiempo que dura una relación como su meta, sino lo que se vive en ella. Pasé a su lado los mejores momentos de mi vida y, no sé, el tiempo me parece una cuestión aparte.
-Tienes razón, al final los recuerdos no se confeccionan únicamente a base de fechas.
-Tampoco de los regalos. Nunca quise basar una relación en los regalos. Me parece algo completamente absurdo esa tradición de tener que regalar algo cada vez que es una fecha especial para vosotros o San Valentín por ese único motivo. No entiendo por qué hay que regalar algo, como obligación.
-¿No crees entonces en los regalos?
-No creo en los regalos por obligación, por cumplir. ¿No te parece mejor el siguiente plan?: vas por la calle y ves algo que te recuerda enormemente a tu pareja. Es entonces cuando lo compras y con toda la ilusión se lo entregas, demostrándole que siempre le recuerdas. Pero tampoco tiene que ser un regalo material. Por ejemplo yo, mi regalo más común era una carta. Cuando me acordaba de él y me sentía inspirada, con ganas de escribir, era obvio que ese sería su próximo regalo. 
-Me parece mucho más personal, más íntimo. Más romántico.