jueves, 26 de agosto de 2010

#Capítulo 4

Al ver el tono con la que había contestado a esta última pregunta, decidió que era mejor evitar el tema. Ella, al darse cuenta de que él había entendido lo complicado que le seguía resultando hablar de ello, le sonrió intentando darle a entender que no tenía importancia y acto seguido intentó sacar otro tema de conversación.
-Me han dicho que han abierto un nuevo bar de copas por el centro. ¿Has estado?
-Sí, está muy bien, la verdad. Si te apetece podemos ir esta tarde.
-¡Genial!
-¿Vamos los dos solos o llamo a algunos amigos?
-Preferiría los dos solos, ¡me tienes que poner al día con todo!
-Oye que si quieres una cita, solo tienes que decírmelo, ¿eh?
Al decirlo él con l máxima seriedad que pudo, ella dudó unos instante si hablaba en serio o no pero después recordó lo bromista que era y decidió seguirle el juego.
-Es que... me he dado cuenta de que no me van los chicos, lo siento.
La miró perplejo durante unos instantes pero después notó algo en sus ojos que le desvelaron que estaba mintiendo.
-Te conozco demasiado bien. Sé que estás mintiendo. Pero es normal, supongo que no te quieres perder un cuerpo como el mío.
Lo dijo riéndose mientras hacía fuerza para sacar músculos. Ella, divertida, le dio un puñetazo en el hombro.
-Qué tonto eres.
-Pero te gusto, reconócelo.
Le guiñó el ojo y ella se paró a observarle más detenidamente unos instantes. Había cambiado mucho, estaba más alto, más guapo, más maduro. Después se paró a pensar en la frase que él acababa de decir y no supo hasta qué punto era verdad.

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