viernes, 3 de septiembre de 2010

#Capítulo 7

Ella se quedó observando la fotografía durante un rato largo. Y, de pronto, su mente volvió a viajar hacia el pasado.

Era una típica tarde de invierno. Lluviosa, oscura, fría e incluso algo triste por este tipo de tiempo.
Ella estaba tumbada en la cama escuchando música mientras contemplaba las gotas de lluvia resbalar sobre el cristal de su ventana. Sabía que era algo estúpido, pero a ella le relajaba enormemente. Podía pasarse horas enteras así.
De pronto, el sonido del teléfono interrumpió su pequeño momento de gloria, en el que conseguía no pensar en absolutamente nada.
-¿Diga?
-Soy yo. ¿Nos vemos?
-¿Ahora? Es que...
-En media hora estoy en tu casa.
Y antes de que a ella le diese tiempo de responder, él ya había colgado. Siempre se salía con la suya usando esta técnica.
Ella resopló pero sabía que no había nada que hacer.
En media hora, como él le había dicho, ya estaba en su casa.
Pasaron una tarde inolvidable: hablaron, rieron, cantaron. Disfrutaron de ser amigos.
Y fue esa tarde cuando se hicieron esa foto. La foto que ahora ella contemplaba mientras añoraba esos momentos felices en los que nada ni nadie podría hundirlos. A ninguno de los dos, como amigos o separados.
Pero las cosas no tardaron mucho en cambiar.

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