viernes, 31 de diciembre de 2010

#Capítulo 15

Cuando entró en el cuarto, se tiró sobre la cama. Esta noche había acabado realmente agotada. Tras un largo rato tumbada mirando el techo, sin hacer nada, se dispuso a acostarse. Se quitó la ropa, se puso el pijama y se aseó en el baño. Cuando volvió a su dormitorio, vio un papel que salía del bolsillo de la americana que había llevado esa noche. Mientras se acercaba, se hizo una idea sobre qué hacía ese papel allí. Sacó la servilleta doblada por la mitad y comenzó a leer.
Yo, en cambio, no me voy a ir de pronto, sin más, sin avisar. Sin ti.
Mientras leía estas palabras escritas con su indudable caligrafía, una sonrisa consiguió abrirse paso en su rostro porque este tipo de cosas era lo que tanto le gustaba de él.

Alzó la vista y lo único que pudo contemplar fue, reflejado en el espejo, un rostro algo desfigurado, manchado de sangre. Empezaba a secarse y hacía que su piel estuviese demasiado tirante. Abrió el grifo de agua caliente y dejó que ésta viajase por todos los pliegues de sus facciones. Las heridas le escocían y estaba a punto de echarse a gritar. Para evitarlo, decidió pensar en otra cosa. Comenzó a pensar en ella. Le había hecho pasar una noche preciosa. Y ahora, le echaba de menos. Demasiado, incluso. Esa chica era increíble. El simple hecho de pensar en ella, le permitía olvidarse de aquel dolor en la cara, pero, de repente, sintió un extraño tipo de dolor, justo en el pecho, como una punzada. Más bien un vacío. Sí, le echaba demasiado de menos.

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