lunes, 24 de enero de 2011

#Capítulo 18

Rompió a llorar y las palabras comenzaron a salir por sus labios sin orden alguno. Apenas eran comprensibles pero él entendía todo lo que ella quería decirle. Y es que eso es lo que tienen los mejores amigos, que aunque tus labios permanezcan cerrados, ellos escuchan todo aquellos que tus ojos revelan.

Había tenido miedo al principio al pensar que la pelea podría haber llegado a más.
Después ese miedo se transformó en rabia al comprender que ella había sido el origen de la pelea en cierto modo y eso le hacía sentir realmente impotente. Por último volvió a encontrarse con el miedo. El miedo a perderle.
-¿Es que no me entiendes? Si te pierdo a ti, pierdo todo lo que tengo. ¿Sabes? Absolutamente todo.
-Cariño, no exageres, tienes muchísimas cosas más en tu vida.
-Tienes razón. Hay muchas cosas en ella: vacío, indiferencia, soledad, recuerdos, silencio, rencor, errores, miedo; y tú.
Lo había vuelto a hacer. Ella había conseguido dejarle sin palabras, como tantas veces había hecho anteriormente, antes de que todo cambiase.
-Si estoy aquí es por ti. Jamás pensé en regresar a esta ciudad ya que me recuerda a los buenos momentos que viví con Carlos. Pero, sobre todo, me recuerda a todos y cada uno de los malos momentos que vinieron tras eso. Recuerdo lo que he sufrido por él, todas las lágrimas que he derramado por él, todos los amigos de los que me he alejado por él, el silencio que he guardado junto a las personas que quiero por él. Recuerdo todo lo que he cambiado por él. ¿Recuerdas que te dije el otro día que era una larga historia el por qué había cambiado tanto físicamente? Pues no es por otro motivo que por este. Porque sabía que mi forma de vestir le gustaba. Porque me hacía muchísimo daño día a día cuando me miraba al espejo y recordaba todos aquellos momentos que habíamos vivido juntos con cada una de mis prendas. Moría al recordarle. Y todo por él. Todo lo que he cambiado ha sido por él, por intentar olvidarle. Pero en cambio, aquí me tienes, rodeada de recuerdos. Y ¿sabes por qué lo estoy haciendo? Por ti. Porque necesitaba verte y recordarte que existo, que sigo pensando en ti y que me tendrás por siempre, para cualquier cosa que necesites.
Entonces él permaneció mudo durante un largo rato. Jamás hubiese imaginado que todo lo que había sufrido hubiese llegado al punto de hacerle cambiar físicamente. Eso era lo que más le identificaba pero incluso eso era distinto ahora. Recuerda cuando empezó a vestir de esa forma. No hacía más que discutir con sus padres, sobre todo con su madre, porque a ellos no les gustaba que su hija fuese entera vestida de negro. Al principio ella no pudo luchar contra ellos hasta que ideó un plan: todos los días llevaba una mochila a la espalda. En ella metía aquella ropa alegre que ocultaba sus prendas más oscuras, ceñidas y atrevidas. No fue hasta mucho tiempo después cuando pudo vestir como ella realmente quería sin el enfado de sus padres de por medio. ¿Cómo había podido olvidar todo lo que había luchado por ser ella misma? ¿Todas las veces que maldijo a sus padres por ese momento? ¿Todas las tardes que no pudo salir por ese simple motivo?
En ese momento, ella interrumpió sus pensamientos con una frase que le hizo estremecerse:
-Por favor, no hagas que vuelva a pasar por todo eso.

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